Sobre la utilidad del agua

El autor del poético libro «El Principito», Antoine de Saint-Exupéry plantea un reto a la imaginación al ponernos a pensar: ¿qué espacio ocuparían todas las personas del mundo si se pararan una al lado de la otra? La respuesta es inolvidable: Si nos paráramos unos al lado de los otros como iguales no ocuparíamos más que la isla más pequeña del Pacífico, esto para la población de la época en que fue escrita su obra. Pero aún, actualizando los datos a la población actual de aproximadamente 7 mil millones de personas, aunque es un poco más el espacio que ocuparíamos, tan solo se necesita una ciudad como Cali. En tan solo 41 km2 cabemos todos.

Para la población actual, existen recursos desgastados pero suficientes. Mal utilizados, y mal distribuidos. Hay suficiente espacio para todos, sin embargo hay personas con mucho y otras con nada. Personas que desperdician y botan más de lo que les corresponde y otras que no tienen nada para consumir y menos para desperdiciar . Los países más desarrollados son también los que más contaminan, y los países más pobres los que menos desechos y contaminación generan.

Se deben considerar nuevos conceptos de lo que es viable y lo que no es. La única manera de poner a producir la tierra no es solo mediante la producción agrícola o empresarial, una familia con una casa de un tamaño adecuado posiblemente tendrá más posibilidad de formar niños sanos que una familia como muchas en Bogotá con cinco personas viviendo en una habitación de un tamaño totalmente reducido.

A través de nuestros años de estudio, hemos aprendido que el objeto de la Economía es distribuir de manera óptima, los recursos limitados. Sin embargo hay recursos que no son como todos los demás: La tierra nos da energía, nos da alimento. El agua nos da la vida. Con el dinero solo podemos comprar las cosas que la tierra y el agua nos den, nada más.

El agua es una necesitad mundial, sin importar la edad, raza, religión o nacionalidad de las personas. Sin importar el nivel de desarrollo del país.

Tal vez sea oportuno empezar a cuestionarnos si el agua es tan solo un recurso o una entidad generadora de vida. Un producto como muchos, o un elemento de vida. Y es allí donde el concepto de lo sagrado se redimensiona. El concepto ancestral de los pueblos andinos, por ejemplo, hablan de la sacralidad de la Tierra, del Agua, no como un elemento que vincule la sostenibilidad de la especie humana, o como un recurso, sino como una entidad de orden superior que da vida no solo a la comunidad humana sino al conjunto de vida representada en las diversas comunidades como los animales, las semillas, las montañas y hasta las piedras, con la cual la comunidad humana tiene una relación de crianza mutua. No es el universo servido al Hombre, es el hombre parte fundamental de la correlación y la armonía del Universo. No están dada tierra, agua, aves, minerales para que el hombre se sirva, es el hombre que está allí en igualdad de condición de existencia que todo lo vivo.

Las abuelas decían que un vaso de agua no se le niega a nadie. Y sin embargo hoy se vende en pequeñas unidades mucho más cara que la gasolina. La leyenda del Rey Midas seguramente es la más aleccionadora de las historias de la humanidad, cuando la ambición le hace pedir al desdichado rey convertir todo lo que toca en oro y al final muere por no poder tomar ni aún un vaso con agua.

En la actualidad la minería está repitiendo la historia. Está contaminando con mercurio las fuentes hídricas y mal gasta un recurso fundamental de vida que es patrimonio no solo de la humanidad sino de la vida en el Planeta.

Frente a este estado de cosas, la Economía no puede ser ajena. La ética de la vida debe trascender y ser un principio rector de los actos de la humanidad.

Escrito por Julieta Montaña Carvajal para
La Nueva Bagatela

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